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LA PARADOJA DE UN MAESTRO

Ante la apatía de enseñar, una de las mejores formas de constituirse en un excelente maestro es no siendo piedra de tropiezo para aquellos que caminamos por el sendero del conocimiento y que sí queremos transmitirlo.



Francis Bacon. Tomado de Wikimedia.org


Dijo el gran filósofo y escritor inglés Francis Bacon (1561 -1626):


- “El conocimiento es poder”. ¡Y esto es una verdad indiscutible! Sin embargo, tener el conocimiento y no transmitirlo es quizás el atentado más atroz y el atropello más aparatoso que se le puede cometer al saber, al intelecto, al progreso y a la ciencia misma.


Tener el conocimiento y no difundirlo es quizá el mayor gesto de ignorancia.


Bien lo dice el Juramento Hipocrático en sus inmarcesibles párrafos: “… Instruiré con preceptos, lecciones orales y demás modos de enseñanza a mis hijos, a los de mi maestro, y a los discípulos que se me unan bajo el convenio y juramento que determine la ley médica…”.


Es claro que muchos "maestros" no están dispuestos a instruir a aquellos que anhelamos el saber.


Muchos "maestros" se han vuelto insensibles al honroso arte de enseñar. Para ellos, la burocratización de la educación es el pan que ensancha sus arcas, que engorda sus vientres y que exalta su orgullo, como si hubiese gran virtud en ello. Tal es el grado de insensibilidad que estos "maestros" confunden el término "educación" con el de "enseñanza". Lo que ellos no saben es que la enseñanza jamás podrá ser sometida a normas y decretos absurdos que entorpecen el camino del saber, la educación sí. Al final de cuentas, la educación no es más que un nefasto negocio disfrazado por la vil burocracia.


Por suerte, los verdaderos maestros no están en vías de extinción. Ellos siguen ahí, caminando entre los mortales, esperando almas sedientas de conocimiento para saciar sus más nobles deseos de aprender y engalanar así sus vidas con el honroso arte de enseñar.


La búsqueda continua del saber y la difusión del mismo, son los elementos que nos instruyen y nos ayudan a instruir a otros, y es por eso que tales elementos, jamás podrán complementarse con un alma arrogante, pobre en actitud, sin voluntad propia, llena de mediocridad, apatía, conformismo y vanidad.


Continuaremos con nuestra tarea de enseñar a pesar de ellos…

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